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viernes, 16 de octubre de 2009

Amado y Alma (Julio Cesar Cacciamani)

(Para Romina)

…“nadie se da cuenta pero
las margaritas están tristes”
1-
La entrada de la fábrica de cajas terminaba con la poca energía que aún le quedaba luego de haber tomado dos colectivos repletos. El portón de madera descascarado, verde de humedad hacía eco de los pasos cansados que sin ánimo sufrían cada uno de los quince escalones. Hacía ya dieciocho años que Amado trabajaba en este lugar y las capas de rutina eran más gruesas que las paredes. Giró su brazo hacia atrás para probar la costura. Luego movió su pie derecho en círculos, el pegamento resistiría todavía algunos días más.
Marcó su tarjeta 6:57 de la mañana.
Sus ojos recorrieron el pasillo que hacía tres años estaba a oscuras, inspiró profundamente y como autómata se dejo ir hacia el sector de ensamblado. Aproximadamente tres mil cajas armaba diariamente. Frente a una cinta transportadora sus manos actuaban por propia voluntad. Su cabeza podía viajar a kilómetros de allí mientras sus manos ejecutaban implacablemente la misma serie de pasos.
El plan debía ser perfecto, no porque fuera complicado que todo volara por el aire sino porque era su obra. Los expertos al reconstruir el hecho debían reconocer la genialidad de la operación.
Paso por paso, cada pequeño detalle implicaba semanas de asentimientos y negaciones. Cuando la cinta se estancaba debido a cualquier circunstancia aprovechaba el cartón para realizar los trazos sutiles de su obra de arte.
Tan inmerso en su venganza estaba siempre que varias veces ni siquiera notó que un ojo o una mano se habían desprendido de su cuerpo y viajaban hacia el sector de verificaciones por la cinta negra y ruidosa.
La primera vez se espantó, ahora nada más respiraba resignado. Con el brazo derecho bajo el izquierdo salía de la fábrica.
Una noche obligados a horas extras los 79 trabajadores de la fábrica escucharon un golpe seco, como una explosión. Corrieron al lugar del que suponían había venido el ruido. Amado casi yacía bajo unas enormes cajas preensambladas corrugado simple que una vez terminadas se utilizaban para guardar fiats 600. Perdió su pierna izquierda. La obra social en su magnificencia accedió a colocarle una prótesis. Lo mejor que podían ofrecerle en ese momento era una sopapa con el palo de escoba necesario para cubrir el tramo rodilla-sopapa, sopapa piso.
Amado la supuso más cómoda que unas muletas o una silla de ruedas y firmó un documento que lo imposibilitaba a volver al hospital de por vida una vez la sopapa de la izquierda y el pie de la derecha hubieran transcurrido un metro desde el portón del hospital hacia el mundo. No se aceptan reclamos de ningún tipo ni mucho menos sugerencias del cliente.
Cada paso le costaba un tremendo esfuerzo muscular de su pierna mitad sopapa y del resto del cuerpo que pugnaba por despegar la sopapa que ejercía, especialmente en pisos húmedos.
Alma debería coserlo nuevamente aunque rezongara de esta tarea y terminara por hacer sentir culpable a Amado de sus tragedias diarias.
No sabía que su esposo ya había sustraído su mente de este mundo, sólo pensaba en una estrategia para volar la fábrica que se había quedado con su juventud, sus sueños y con tres dedos de su mano izquierda que el director usaba uno para pasar las páginas de su inventario eterno y los otros para rascarse el culo.
Al principio ella lo asediaba de interrogantes respecto al contenido de ese baúl, con el tiempo se desinteresó concienzudamente de cualquier cosa que tuviera que ver con ese tipo que se estaba desarmando. Coserlo y cogerlo eran tareas que debía cumplir cada tanto para poder seguir comiendo y viviendo bajo un techo. La fábrica de cajas era implacable con el espíritu de sus empleados y con todo lo que los rodeaba.

2-

La primer duda trascendente fue decidir si él estaría en la fábrica al momento en que esta volara por los aires en un estruendo reivindicatorio. ¿Se suicidaría o debía incluir una coartada? ¿Iría preso cómo un propio héroe o la desintegración de su flagelante tendría que terminar con lo que le quedaba de vida y cuerpo?
Se sintió fugazmente vivo al meditar esta cuestión, el poder de decisión estaba en sus manos. En su mano. Guió los ojos hacia el costado y los acompañó con sus sentidos para buscar su mano . El supervisor del sector manoseaba el culo de su secretaría con la mano derecha de Amado y se elevaban crueles risas cipayas desde los rincones húmedos, fríos, oscuros, mal pagados, desarmados, despojados a mordiscones de su dignidad, avasallados, explotados, marginados. – Amado deje de tocarle el culo a Patricia.
Voy a volar con ellos, la explosión debe incluirme. Sólo me queda este maltrecho cuerpo a medias. Pero sería tan lindo poder verlo desde afuera. Ya me imagino sentado en el banco de una plaza, con un cigarro en la mano peronista ( al perder los dedos pulgar, anular y meñique de su mano izquierda conservó una perpetua V y desde ese momento se lo conoció en la fábrica como mano peronista) y un vaso de buen vino tomado a pequeños tragos. Los ojos un poco rojos y en una cartera de cuero marrón el detonador esperando impaciente. Dios decidiendo cuando acabar con la vida de varios hijos de puta y de algunos buenos compañeros. Paladeando cada segundo con el pecho henchido de aire y vida. O. – compañeros, estamos todos muy cerca de morir, no intenten nada porque el primero que se mueve aprieto este botón y volamos todos a la mierda. Les pido sólo como cortesía que no duden en la veracidad de lo que les estoy diciendo, hace 5 años planeo este momento, por una vez no sean tan hijos de puta y créanme que volamos todos a la mierda. (Remarcó este último volamos todos a la mierda con una capa doble de énfasis más la apertura de ojos necesaria.).
- He colocado en los pilares estructurales de esta poronga de fábrica la suficiente cantidad de explosivos como para terminar con la manzana completa. Hoy llegó el momento de morir. ¿Quién lo pensó esta mañana mientras se afeitaba frente al botiquín?
¿Quieren saber quién? Yo. Lo decidí y ustedes no pueden hacerlo ya. Los que crean en Dios empiecen a rezar si quieren, los demás hagan lo que quieran.

3-

Con la decisión ya tomada se consiguió un baúl con llave para ir guardando de a poquito cada fracción de las partes de ese todo que sólo sería estrategia completa siendo todo.

4-

Indagó cuanto libro de química cayó en sus manos. Dedicó dos años completos a conocer las formas y los contenidos de todos los explosivos que en la actualidad se utilizaban. La mezcla debía ser sutil y efectiva. El diseño y la ejecución de una venganza contra los verdugos no permiten que ningún detalle quede en manos del destino.
Llevar su plan a la perfección no era nada simple, aunque seguir persiguiendo fórmulas exactas podía consumirle más tiempo del que le quedaba por vivir. La muerte rondaba por los rincones y su siniestra y su diestra palpaban el corazón anhelante de venganza que débilmente latía en el cerebro de Amado.
Luego de comprobar que Alma dormía, abría su baúl. Hasta ser vencido por el sueño desfilaban ante sus sentidos danzantes posibilidades que se desplomaban barridas por el lúgubre peso de la realidad.
Sus sueños palpaban la reivindicación de humanidad latente ante las oleadas automatizantes del pretendido progreso.
El método un poco lo inquietaba aunque algo parecido a la justicia apartaba su conciencia a manotazos.
Mientras las horas insistían con su capricho perpetuo de fingir avance Amado mezclaba elementos y anotaba conclusiones.
Las mañanas lo sorprendían en la fábrica despedazándose por llegar a los mínimos exigibles ya que no era conveniente a sus planes que lo despidieran. Soportaba la flexibilidad abrazándose al estruendo.
La incertidumbre se desplazaba noche a noche ante cada pequeño experimento.
Estas últimas noches sentía que la circunferencia empezaba a completarse, con la respiración agitada por las posibilidades descartadas afinaba el trazo.
Capas y capas de corteza se iban ablandando y la luz por fin alcanzaba sus ojos.
Volvió a silbar.

5-

Las posteriores semanas a la definición volvieron a amigar la física con su espíritu y hasta le encontraba ritmo a sus pasos sopapiles. Su ilusión de justicia y reivindicación lo hacían amanecer cada vez que despertaba.
Alma lo observaba silenciosa e incrédula, no entendía cómo ese despojo de ser humano parecía ser feliz.
Amado se deshizo de sus principales rivales: el tiempo y el desconocimiento. Sabía que no podía morir hasta que su misión estuviera cumplida.
El acontecer escupía en la cara a la rutina cada vez que estaba más cerca de la definición.
La tantas veces despreciada química era ahora su pasaje hacia la vida, casi tenía la fórmula. El único obstáculo que divisaba su horizonte era la imposibilidad de probar su mezcla, una explosión de ese tipo hubiera terminado con Amado o hubiera terminado con Amado preso. Se le ocurrió utilizar el preparado en una muy pequeña dosis que provocara una pequeña explosión casi sorda. Sólo debía encontrar un lugar aislado de los molestos oídos que se enderezaban curiosos ante cualquier eventualidad.
Un domingo muy temprano cargó cuidadosamente sus tubos de ensayo y los elementos en un bolso que llevaría con extremo cuidado a un rincón de las sierras.
Sentado junto a la ventanilla del colectivo suspiraba profundamente mientras desfilaban rítmicamente árboles, postes y personas que no llegaría a conocer jamás.
Bajó del colectivo cuando se cansó de viajar. La pureza del aire impregnó sus gastados pulmones, prendió un pucho. Lo mejor del lugar, evaluó Amado, era el piso de tierra donde la sopapa no se pegaba. Las sierras majestuosas e indiferentes lo miraban renguear a bordo de la felicidad. Se sentó bajo un viejo árbol confidente y pudo por fin escuchar el silencio. Sin prisa alguna preparó el explosivo, el detonador hacía deslizar una base de metal que impedía la mezcla de los elementos cuyo mínimo contacto provocaba el estallido.
Cuidadosamente colocó la bomba en un claro. Despacio se alejó del lugar. La parsimonia de sus movimientos contrastaba notablemente con los latidos de su corazón, el pecho inflado resistía a duras penas la taquicardia y su organismo exigía más oxígeno del que sus humeantes pulmones le brindaban.
Abrió sus sentidos hasta casi exceder lo que su cuerpo parchado le permitía. Pulsó el detonador y un bramido similar a un trueno sacudió la quietud. Los pájaros cachetearon el aire y se alejaron a prisa. Amado casi corriendo se acercó al lugar. Un cráter humeante lo recibió en sus brazos como al hijo pródigo. La dosis realmente había sido muy pequeña, la fábrica volaría por los aires. Amado silbando Garúa se despidió de ese lugar y de la sopapa y de sus dedos y de la gran concha del mundo.
Esa noche Amado y Alma hicieron el amor como hacía muchos años. El viejo grabador transpiraba tangos que el Polaco rezaba en un presente eterno.
Los domingos siempre fueron tan hijos de puta con su espíritu que aprendió a tenerles miedo, pero esta vez lo usaba de mantel o de sábana de abajo. Sobre el domingo preparó el explosivo en una gran dosis, tremenda dosis, terrible dosis.
Ni siquiera hizo el vano intento de dormir, varias botellas de tinto le harían compañía en su espera desesperada.
Alma se despertaba ante los llantos y las risas de Amado que semejaban alaridos pretendiendo tajear la noche que caía sobre este puto y cruel mundo, este hermoso y floreado mundo.
Amanecía la ciudad, los motores actuaban de gallo.
Amado besó en la frente a esa extraña mujer que resoplaba inquieta y con su baúl se deslizó hacia la hambrienta calle de asfalto.
El colectivo llegó arrastrando sus ojeras de lunes. Siempre que subía a un colectivo se sentía gris para no desentonar la trama. A veces se compadecían de su sopapa y le daban un asiento. Todos lo miraban, siempre, esta vez el devolvía las miradas y ensayaba pequeñas despedidas. Chau colectivero nervioso, chau hermosa mujer de perfume cautivante, chau pendejo de ojos tristes, chau señora de mirada cansada. Chau.
En medio de la fábrica de cajas abrió su baúl con total naturalidad, sacó su mezcla fatal y con sutileza la puso en el piso. Se arrancó la sopapa y cuidadosamente la apoyó sobre el explosivo. Algunos lo miraron pero nadie se detuvo a preguntar ni se interesó realmente por lo que sucedía.
Apoyándose en las paredes se alejó unos metros y respiró con asco profundo la mugre infecciosa de la mentira: el trabajo dignifica. No, el trabajo digno dignifica, lo demás es miseria, explotación, esclavitud, mierda sobre mierda sobre más mierda. Con nostalgia contempló su mano peronista, alguna vez hubieron ahí otros dedos. Se arrancó su brazo sin esfuerzo, la costura estaba casi vencida. Sentado en el piso pulsó el detonador esperando el estruendo. Pero no hubo ninguna explosión. En cambio se llenó todo el lugar de un denso humo, apenas respirable, los empleados y los jefes huyeron confundidos chocándose entre si. Los escalafones quedaron suspendidos temporalmente, llegar a la puerta en procura de aire agotaba la tiranía. Amado incrédulo se arrastraba hacia su explosivo. El humo se hacía cada vez más espeso, los gritos rebotaban entre sí y el caos gritó presente.
Amado a las puteadas se desprendió de algunos brazos humanos que intentaron sacarlo. Tenía que llegar a su baúl, entender que había salido mal.
Había tragado mucho humo, tosía cada vez desde más adentro.
Llegó al sitio exacto y no pudo evitar el llanto convulsivo que lo sacudía desde sus entrañas. Incrédulo pero agresivo llanto, locuaz, simbólico, doloroso llanto. Llanto que mutaba en risa y metamorfoseaba en llanto.
Su mezcla fatal no había volado la fábrica, su explosivo no terminó con ese enclave de injusticia.
Una flor de maracujá se elevó majestuosa de la grieta provocada por Amado. Una flor luminosa y armoniosa, una bella flor. Entre risas y llanto los ojos húmedos de Amado se despedían del mundo, logró crear la belleza, la pudo ver y fue ese aroma el que se impuso a todos sus recuerdos.

domingo, 11 de octubre de 2009

Enzio xilografía 1/3

por Jess

mujer q no estas


mujer que no estas
sombra que se fue
apurada y triste
a mitad de la miel
Mujer que no estas
deseos de ayer
¿donde estaras hoy
pasajera del tren?
¿sobre que escalon
cual serà anden?
¿recibendote?
¿despidiendote?
sin pañuelos blancos
sin cielos sin fe
sin brisa en el pelo
sola con tu piel
Donde estaras hoy
mujer que no estas
mientras yo te busco
tiernamente infiel
silbando el final
del tango tan cruel

Foto: Jess Perez Bianciotto
Poesia: Rodrigo Mundini

La ultima lluvia (rodrigo mundini)

La última lluvia (a Mario Benedetti)

Entiendo ahora el frío

y el viento y la lluvia
entiendo ahora el silencio
el gris de este domingo
entiendo ahora esta angustia
prematura y oprimente
es que la muerte
la puta muerte
se hace anunciar
aunque no quiera.
Hoy los bares
se llenarán de tristes poetas
hoy no importarán los desengaños
y esperarán hasta mañana
las historias de amor
las parejas vencidas
los primeros besos.
Hoy llora la historia
llora la militancia
llora la letra
hasta el verdugo te llora
Montevideo te llora
latinoamerica te llora
el progresismo te llora
la poesía te llora,
Yo quisiera chocar
contigo esta dulce copa
y brindar por tu ejemplo
bajo esta ultima lluvia
hasta siempre mario
hasta siempre compañero
hasta siempre maestro
desde aqui el abrazo
que no te supe dar.

viernes, 9 de octubre de 2009

DELIRIO (rodrigo ontivero)

Poesia de Rodrigo Ontivero, un compañero poeta que se suma a esta opcion ideologica de acercar y rescatar el valor de la poesia. Gracias Rodri, gracias cumpa.

DELIRIO
Sobre mi ventana
Golpea la frialdad de tu aliento,
Anunciante de muerte,
Dador de vida,
Caballero oscuro,
Que una vez marco mi piel,
Y recorrió con labios sedientos,
El oasis de mi extasiada intimidad,
Provocante del delirio,
Proxeneta del deseo,
Parte antes que la noche rompa su hechizo,
Y no tentaras a lo profano,
El sigilo de tu encanto,
Ya no conjura mi pasión,
Inmune al veneno,
Mi corazon solloza,
Por la prisión de carne,
Por el dulce pecado,
De un pasado soñado,
de un pasado olvidado.

rodrigo ontivero.

Donde soy invisible (poesia)


En esta esquina

de grises y garúas

de tangos pasajeros

y medias de red.

En esta acera

de baldosas flojas

de vendedor ambulante

y fachada colonial.

En este punto

de flacos abogados

de tránsito rabioso

y gritos de peatón.

En este rincón

de memorias sueltas


de hojas caídas

de verano que se va.

Aquí, justo aquí,

donde soy invisible

puedo recordarte y sonreír

mientras te cuento el paisaje

Algo asi como una bienvenida

He abierto una ventana, he girado el pestillo de esta puerta, no hay motivos para no entrar, para no llenar este espacio.
Todo esta abierto.

No hay necesidad de pedir permisos para desparramar, para repartir las siempre misteriosas cartas del arte en este rincon.

Intentemos llenar este espacio de palabras, procurare, junto con quienes quieran, que esto sea un bastión cultural entre un mar infinito de frivolidades y publicidades "online"...

Con la birome en el cajon y con los dedos en el teclado (es lo que hay) doy la bienvenida a quien se anime a poner en marcha este engranaje.

Para contactarse: rodri_lm73@hotmail.com